VI

Con poco tiempo por delante se sentó a contemplar la ciudad desde las alturas. La niebla le robaba a sus habitantes el hermoso cielo azul de la mañana, mas el podía verlo con claridad. Luego miró hacia al mar, hacia el horizonte. Se sintió angustiado. Der no haber sido por los suaves y delicados brazos que lo abrazaron por la espalda, se hubiera lanzado sin pensarlo al vacío. A la nada. Sería miserable sin ella. ¿Y los que no la tienen a ella?, ¿y los que no tienen a nadie? ¿y los que ni siquiera tienen el cielo azul que desde las alturas él puede ver?
Después de unos pocos segundos cerró los ojos y respiró profundo. Tenía que bajar.
Después de unos pocos segundos cerró los ojos y respiró profundo. Tenía que bajar.