domingo, enero 07, 2007

Desquimales (parte 07)


Pequeñas gotas de rocío caían desde la resplandeciente bóveda. Smirstchd las observaba y dexperimentaba imperceptibles temblores. Sus poros, extasiados, emulaban anémonas recorriendo los mares al contacto con la humedad. Un colorido ajxtlectépec planeaba escudriñando los seres que aflorarían a la superficie, las hojas ya se mecían tranquilas. Majestuosos e iluminados algodones carmesís atravesaban praderas y borrascosas cumbres, impertérritos.

Exultante por el conversatorio surreal, un neofito desquimal elaboraba su tükyl ensamblando madera, rocas y un atado de wejsiias. Sigilosamente retomó su derrotero, apurando el paso para contemplar el último saludo del sol hasta que distinguió una voz a lo lejos -tigres bajo la hierba encumbraban tribulaciones, rayados en mensajes encendían praderas diseminando semillas en el lodo. Ajenos a sentimientos influenciados, dictan las pautas que el hijo verdevioleta hará emblema-.

¿Le correspondería el aviso? Un profundo vació se apoderó de su cuerpo, un dolor comenzó a manar desde sus cavidades oculares. La sangre era impulsada vertiginosamente hasta sus extremidades pero algo impedía su arribo. Poco a poco perdió el control sobre sus dedos, sus manos, brazos y piernas. Una pétrea caída le provocó un singular corte bajo el maxilar. Horadada la roca en tiempos pretéritos, canalizó la vertiente caliente que regó la resquebrajada superficie. Llegó la hora de Guáradar.

-Ajkt tun flondjkscs kajnhlumhist?
-Wondskljand – se respondió escuetamente-.


Frente a frente, ojo a ojo. Brazo a brazo. Mano a mano. La milicia liderada por los últimos mercenarios dispuestos a cobrar esperaba resoplante un movimiento, una señal, una orden que traería consigo el desenlace que… La noche estaba en lo más negro de su faena al igual que los corazones que podían darse el lujo de seguir latiendo. Mientras tanto, las hordas del ejército sistemáticamente tomaban posesión de extensos trozos de tierra, parados de forma tal que si su número no fuera lo suficientemente intimidante para el rival, su disposición táctica hiciera temblar los dispositivos visuauditivos de quienes los esperaban.

¿Y si sólo por esta vez todo quedara a un lado, a un costado, olvidado, relegado a una alteridad irrelevante, y si tan sólo por esta vez todo quedara abstraído de su valor implícito y no fuera más que la valoración que exclusivamente yo y nadie más hace de lo que en el fondo compone aquello que algunos llaman misión que otros llaman fe y que otros llaman vida? Tal vez este silencio abrumador, esta humedad, este calor estén haciendo estragos en lo que me ha quedado de intelecto, pero cabe la posibilidad de que efectivamente desde la perspectiva que me da estar por debajo de todos, oculto de todos, pueda encontrar una lucidez, aquella que añoré por tantos años, aquella que busqué en el fondo de la botella, en las snurgls relucientes, en las venusinas de labios carnosos, y en los asesinatos a sangre fría.

Dónde estarás Hijo de mi alma, (si es que así efectivamente te llamas) cuál será tu camino, de qué infaustos demonios serás presa en los años que te quedan de vida. Lamento honestamente lo que el curso de nuestras paralelas existencias hizo tanto contigo y conmigo. Es cándido suponer algún tipo de expiación, algún alivio del peso que unas veces más que otras he sentido en el fondo de mis corroídas entrañas. Una vez te vi hermoso en un sueño color sepia. Un atardecer de siete soles en el que la voz tuya y la voz mía salían por nuestros poros hasta encontrarse en al aire, en un idioma propio, en un lenguaje inexistente pero efectivo. Vi la sangre de tus venas recorrer tu cuerpo entero a la vez que el mío se retorcía casi espasmódicamente de regocijo. Pensé en tu madre, tu bella madre. Me sentí como lo que fui.

Luego de la orden, el gigante apretó los gatillos, lanzó las rekctobmbs, gritó las consignas, disparó las balas, desenfundó los machetes y penetró la carne. Partió en dos la moral de un grupo insignificante, las ilusiones de una minoría de minorías. Un salvador que no llegó, el héroe de última hora que nunca fue. Que nunca existió. El poder y la sabiduría del individuo magnánimo que llegaría a liberarlos de todo. Los sacrificios hechos en vano. La espera bendita manchada ahora de sesos.

Somos de un lugar donde la A se junta con la B en relación armoniosa, hijo, pero entre medio de aquellos dos universos convergen cientos de miles de millones de relaciones posibles, de uniones y desuniones, de explicaciones e incertidumbres, de sentidos y contrasentidos, argumentos, preguntas respuestas ideas pesadillas cifras fórmulas recetas inventarios cronopios famas-milias vidas muertes días noches semillas y tenedores. Tu tarea es no sucumbir, como yo lo hice, ante ellas. Tu tarea es verlas, leerlas, hacerlas tuyas. ¡Que se te metan bajo la piel de ser necesario! Eres el último, querido, el último y seguramente sabrás que tu punto de fuga está próximo a llegar.

La sangre aun tibia recorría los recovecos de las piedras angulares de la gran ciudad. Desde los montes y cerros los grandes cuernos y las grandes conchas rugían aleonados la victoria ya definitiva. Las cabezas colgando de las estrellas y los miembros repartidos en las puertas de las casas así lo confirmaban. Luego, la nieve comenzaría a cubrir el suelo, los árboles y los cuerpos ya sin vida amontonados en las principales plazoletas. Mientras allá en lo alto, desde posición privilegiada, un impertérrito desquimal contemplaba con atención el horrible espectáculo.

Ilustración: Alonso Duarte
Título: Circuito Cerrado