domingo, diciembre 04, 2005

II


En fila van caminando entre colinas de carbon y piedras negras. No hay cielo. En sus costados, las colinas son atravesadas por ramas de árboles de acero o algún material que ninguno puede identificar. Le temen a la muerte. Siendo niños, de noche solían imaginar como sería morir, entregándose a la oscuridad cerrando los ojos con todas sus fuerzas. Resignados, frustrados, borrachos, drogados. Da lo mismo, pagan el precio de la honestidad.

El horizonte avanza con ellos. La tonalidad y la linealidad han desaparecido. Sólo marchan, con ropas desgarradas. Descalzos, con heridas infectadas. Llenos de sangre. Nadie camina con ellos. Nadie los golpea. Sus pupilas casi ocupan la totalidad de sus ojos. No hay colores. Hasta la sangre es negra. Todo es negro, gris. Aparte de las colinas que los rodean, todo es plano. Eternamente plano. En ellos la eternidad descansa el peso de ser la esperanza de millones de ilusos. El humo que botan por sus bocas les da un aspecto horrendo. Son una pesadilla. La peor de todas. De a poco se transforman en sombras. Incorpóreas.