martes, febrero 17, 2009

¿les cuento por qué no subo más al blog?

Quizás en esto no haya mayor novedad, pero evidentemente es mucho más fácil encontrar una dirección cuando todos caminan por la senda con la misma expresión decidida en el rostro, con los puños apretados y los músculos tensados de la misma manera. Cuando, en el fondo, es posible sentirse parte de algo superior y a la vez inferior, algo que está por entremedio de las capas de la existencia y que la atraviesa como el fierro del anticucho a los trozos de carne, que les da sentido, las hace ser algo más que partes independientes de algo, o sea, al fin y al cabo sólo partes.

Pero en la gran (supuesta) fragmentación de hoy, sólo es posible relacionarse de manera parecida a aquella a través del ensayo y el error, pues debido a la (supuesta) ausencia crítica de certezas el tema se transforma en un picotear, como pajaritos, de semillero en semillero, de jaula en jaula, esperando sentirse a gusto en alguna de ellas, aun cuando en tu cada vez más pequeño y cansado corazoncito sepas con esa certeza que en nada más tienes, que probablemente nunca te sentirás realmente a gusto, ni formarás parte, ni serás uno más, ni serán como tú. Ni siquiera en tu propia cabeza, pues ahí ya hace rato que el huracán pasó... sino, ¿cuál sería el sentido de esa búsqueda?

Todo esto, a pito de que cuando he pensado en las sensibilidades que dieron pie a determinados momentos intelectuales y artísticos de lo que me rodea, no puedo evitar sentir un dejo de decepción por la mala cuea estructural de mi vida, por haber nacido en un tiempo de luchas marginales, de pedradas lanzadas desde la periferia, de pataleos desesperados ante la inminente derrota. Nací al margen de la derrota y lo peor de todo es no poder decirlo, por una aprehensión socialmente comprensible: entre quienes me rodeo, es decir, entre quienes me siento menos incómodo cuando se trata de “inter-actuar” en este escenario existencial en el que todos nos toca interpretar algún papel, me alejarían, o más bien, yo me escindiría definitivamente de ellos, los cual me sumiría en un exilio inmaterial absolutamente lógico, pero odioso, justificado pero triste, que en alguna manera me daría la razón, pues muchas veces las verdades cuando dichas duelen, pero que a final de cuentas me dejaría más sólo que el palo de helado que espera su muerte en la vereda.

Y lamentable o positivamente, en algún momento se hace necesario sentirse aceptado por alguien, comprendido. Una mano palmoteando la espalda y diciendo: ”dale huevón”. Las recriminaciones constantes surten algún tipo de efecto en personas que nunca nacieron para ser guerreros, ni radicales, ni genios, ni iluminados, ni cretinos desalmados, ni descriteriados con dos neuronas, sino un ser humano común y corriente. ¿Qué hacer entonces? Olvidarse, sentarse en el camino azul y ver los árboles caer lentamente. Escribir pretendiendo encontrar respuestas, o formular preguntas una y otra vez hasta el colapso final. Enamorarse de una mujer y dedicarse por completo a ella. Buscar reinvindicaciones, buscar justicia social, ser súper héroe, aprender a hablar mapudungún, a tocar la trutruca y a dejar de ser mamón. Nuevamente escribir. Beber hasta el hastío. Irse al cielo. Irse a la chucha. Qué mierda, difícil momento ¿no?

1 Comments:

Blogger Unknown said...

sincera-eogista-mente
me sentía más comoda inter-actuando en este escenario que en rebanada
aunque subir un cerro y sentarse a un mate es más la prolífica inter-actuación que hacen los amigos
con mas chuchadas que buenas palabras jajaja
wuena gura
no me callo pq eso aun no es silencio

8:00 p. m.  

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