martes, marzo 28, 2006

VI


Con poco tiempo por delante se sentó a contemplar la ciudad desde las alturas. La niebla le robaba a sus habitantes el hermoso cielo azul de la mañana, mas el podía verlo con claridad. Luego miró hacia al mar, hacia el horizonte. Se sintió angustiado. Der no haber sido por los suaves y delicados brazos que lo abrazaron por la espalda, se hubiera lanzado sin pensarlo al vacío. A la nada. Sería miserable sin ella. ¿Y los que no la tienen a ella?, ¿y los que no tienen a nadie? ¿y los que ni siquiera tienen el cielo azul que desde las alturas él puede ver?

Después de unos pocos segundos cerró los ojos y respiró profundo. Tenía que bajar.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Un orgullo, inmenso nace de la responsabilidad de ser apoyo, compañera y amante en la vida. En una vida que nos une, como la fuerza de gravedad nos apega a esta tierra, la misma que sincroniza la danza de los planetas alrededor del sol (el sol, sí es el jefe) es posible que juntos bajemos y subamos en esta suerte de montaña rusa.

Aún así, intento recordar que somos dos mundos distintos y es posible que uno este en el cielo y el otro en la tierra ... Pero siempre Mirandonos.

1:23 p. m.  
Blogger Sole Vargas said...

Eh!!! que bellas palabras las tuyas y las de tu amada...
Veo el miedo al vacío a la nada... Yo lo he sentido y es horrrible como una herida persistente que no quiere cerrar...

Los que sentimos ese vacío, por decir algo, existencial... debemos acostumbrarnos a vivir con él; y cuando ya no podamos con este, ahí está la poesía que bien sirve para llenar la vida...

Ah! Recordé la imagen de Icaro tratando de volar, pero este Icaro a diferencia del mito le gana a la adversidad y logra finalmente emprender su vuelo... Junto a su amada...
Es como aquel cuadro de Chagall, donde aparecen dos novios volando...
Así los imagino...
Un abrazo grande, desde Premià de Mar

3:07 a. m.  

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